El asesinato de Charlie Kirk, activista conservador y fundador de Turning Point USA, ocurrido el pasado 10 de septiembre en Utah (EE. UU.), ha tenido eco también en Colombia, donde líderes políticos y de opinión han hecho paralelos con la violencia política que ha marcado la historia del país.
Kirk fue atacado durante un evento universitario en el que respondía preguntas del público. Un disparo en el cuello acabó con su vida. Días después, el FBI confirmó la captura de Tyler Robinson, de 22 años, señalado como presunto autor material del crimen.
En Colombia, varios sectores conservadores lamentaron el asesinato y advirtieron sobre la polarización política que puede escalar hacia episodios de violencia, tal como ha ocurrido en la historia nacional con líderes como Luis Carlos Galán, Álvaro Gómez Hurtado y más recientemente, el concejal Miguel Uribe.
El excongresista colombiano Miguel Polo Polo, cercano a los movimientos de derecha, expresó en redes sociales que la muerte de Kirk debe ser una alerta para la región:
“Así como en EE. UU. la izquierda radical ataca a quienes piensan diferente, en Colombia hemos vivido décadas de asesinatos políticos. No podemos normalizarlo”.
Analistas colombianos consultados señalan que este hecho refleja cómo la violencia contra figuras políticas no es un fenómeno exclusivo de un país, sino que responde a climas de polarización, discursos radicales y ausencia de garantías para el debate democrático.
El presidente Gustavo Petro, aunque no se ha referido directamente al caso, ha insistido en foros recientes en la necesidad de evitar que la política “se convierta en un campo de guerra donde la palabra se sustituya por las balas”.
Mientras en EE. UU. la justicia avanza contra Robinson, en Colombia el caso de Kirk se sigue con atención como un recordatorio de los riesgos de la intolerancia política en tiempos de tensión regional.